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sábado, 21 de abril de 2012

QUERIDA ANA FRANK

(basado en una charla del rabino Ginsburgh para las alumnas de la Ulpena beit Sará, 11 de Shevat 5772, escrito por Nir Manusi)
Acerca del diario personal más famoso del mundo, del alma especial de quien lo escribió, su vida, su muerte, de la redacción de las cartas y de la escritura en general. En recuerdo de Ana Frank, con amor.
“Espero que pueda revelarte todo lo que no pude revelarle a nadie hasta ahora, y espero que encuentre en ti un confidente fiel y comprensivo.”
Con estas palabras comienza el diario personal más famoso del mundo, el diario de Ana Frank. Escrito en primera persona y revelando el corazón sensible de una joven que ha madurado, el diario atestigua los dos años durante los cuales Ana se escondió junto a sus padres, su hermana y otros cuatro judíos en una dependencia trasera secreta de la casa de una familia holandesa en Amsterdam, antes de ser capturada por los nazis y enviada al campo de concentración. Describe el ambiente estresante, intenso y lleno de fricciones de las ocho almas encerradas en un espacio estrecho y escondido y la vida bajo la amenaza permanente de ser atrapados, simultáneamente con la incertidumbre y las vacilaciones existenciales de una adolescente.
El diario de Ana Frank es el más vendido en el mundo, el mayor best seller escrito por una mujer judía, y el mayor best seller escrito por una persona menor de 30 años. 33 millones de copias se vendieron hasta ahora, y posiblemente el traducido a más idiomas que cualquier otro libro, 75 idiomas. Además, el libro que más se vende acerca del holocausto, y en las décadas que pasaron desde que se difundió por primera vez, para millones sirvió como el primer acercamiento, y a veces el único, a la adversidad y el horror que pasaron los judíos en la segunda guerra mundial. Medio millón de personas visitan cada año la casa-museo que se levantó alrededor de la casa donde se escondió Ana Frank, y hasta hoy en día, muchas personas de todo el mundo a quienes la historia de Ana les conmovió el corazón, acostumbran escribirle cartas como si estuviera viva todavía. Estos hechos asombran enormemente cuando recordamos que este libro fue escrito por una joven de sólo 15 años.
Ana Frank creció en una casa judía asimilada, y no estaba conectada con el judaísmo. Sin embargo, quiso la Providencia que llegue a ser la representante de todo el pueblo judío para millones de personas en todo el mundo. El Baal Shem Tov, el fundador del Jasidut que abrió ante nosotros las puertas de los secretos de la Torá, nos enseñó que en todo lo que hay en el mundo hay que meditar a través de la lente de la fe y la Torá. ¿Qué inspiración podemos obtener de la personalidad y la historia de Ana Frank a través del instrumento de meditación de la Dimensión Interior de la Torá?
La Tefilá como un Diario Personal
Volvamos a leer el párrafo inicial del diario: “Espero que pueda revelarte todo lo que no pude revelarle a nadie hasta ahora, y espero que encuentre en ti un confidente fiel y comprensivo.” Estas líneas no se las escribe Ana Frank a su amiga ni a un pariente, sino a su propio diario. Así, a continuación Ana le otorga a su diario un nombre humano, “Kiti”, para poder mostrarse a sí misma aún más hasta qué punto utiliza su diario como una amiga de carne y hueso, en cuyo oído poder derramar todo lo que se encuentra en su corazón. En algunas de las adaptaciones teatrales del libro, esta idea cobra vuelo y “Kiti” se vuelve verdaderamente una personalidad encarnada por la actriz, reflejando desde un costado lo que sucede, sin que ninguno de los personajes se entere de su presencia, y le relata al público los pensamientos personales de Ana, evocados en las hojas del diario.
La idea de escribir o hablarle a una personalidad que no está ante nosotros –más todavía, que es en absoluto intangible- recuerda por supuesto a la Tefilá, la plegaria. Efectivamente, las palabras introductorias del diario suenan como palabras que toda persona creyente dice en su corazón al Todopoderoso. Dios “examina los recovecos de nuestro corazón”, y conoce todo lo que sucede dentro de nosotros. Nos conoce mejor que nosotros mismos. Este es el motivo por el cual muchos sienten a veces que El Todopoderoso es ese yo más íntimo en nuestro interior. Esta idea por supuesto contradice y desarraiga la esencia de la creencia en que Dios nos creó y es un ser superior a nosotros, aunque la verdad simple es que está inserto en nuestro núcleo más profundo, allí se encuentra Dios, y por eso podemos dirigirnos a Él de la misma forma directa y simple en que hablamos con nosotros mismos, o escribimos un diario.
Lo primero que podemos recibir de Ana Frank y llevar al campo de la fe es entonces, la escritura de un diario personal, y en especial en la hora de dificultad y sufrimiento, como el ejemplo de un sincero derramar el corazón ante Dios en la plegaria. "תְּפִלָּה לְעָנִי כִי יַעֲטֹף וְלִפְנֵי ה' יִשְׁפֹּךְ שִׂיחוֹ" , “Plegaria del hombre pobre, que desfallece y derrama su relato [aflicción] ante Hashem”: en los momentos de pobreza y angustia, tenemos que derramar nuestro relato con una libertad completa ante Hashem, como si estuviéramos escribiendo en nuestro diario personal.
Un Alma Elevada
La prueba de que la pequeña Ana Frank logró representar a todo el pueblo judío para millones de personas, muestra que su alma joven era de una categoría y de un alcance fuera de lo común. El talento literario que la caracteriza desde tan joven, el diario que recibió al cumplir los 13 años, sólo un mes antes de entrar al escondite, el relato de su increíble supervivencia del diario (y de su padre que lo difundió), todos aquellos que integran el escenario viviente de fondo para revelar la luz de su alma al mundo, y en el futuro tocará el corazón de multitudes.
Después de que el diario fue publicado y tuvo un éxito excepcional en todo el mundo, comenzaron a escucharse voces acerca de su falta de credibilidad. Un número de “historiadores” negadores del holocausto comenzaron a argumentar que en realidad no fue Ana Frank quien escribió el diario, e incluso que ella no existió. Algunos sostuvieron que el diario lo escribió el periodista Meir Levin, (que se ocupó de publicar el libro en Estados Unidos y hasta adaptó la obra teatral), y otros, que lo escribió el padre de Ana, Oto Frank, para reforzar la mentira del holocausto y hacer fortuna usando a su hija. Oto Frank libró batallas legales contra esas personas, que siguieron hasta el día de su muerte en 1980.
Por más gracioso que suene, la incertidumbre de su existencia o la veracidad de sus palabras son una indicación de su grandeza. Incluso sobre el Baal Shem Tov hay quienes sostienen que no existió, y que su imagen existe sólo en el ámbito las historias que dan vuelta por el mundo acerca suyo. También sobre el bíblico Iov, la persona más sufrida del mundo, existen [incluso dentro de la literatura de los sabios de bendita memoria] un amplio espectro de opiniones, de un extremo al otro respecto a su personalidad y su vida. Las opiniones están divididas en si era judío o no, cuándo vivió, quién fue su esposa, y si acaso vivió o fue una parábola. Las dudas acerca de su existencia no están sólo relacionadas a la grandeza, entonces, sino, por algún motivo misterioso, también con el sufrimiento (de acuerdo con algunas opiniones la esposa de Iov no era sino Diná, la hija de Iaacov y hermana de las 12 tribus, que soportó ella misma muchísimos sufrimientos y hasta su suerte es objeto de discusión).
La raíz de todas las almas de las que se duda su existencia, se puede decir, está arraigada en un estrato sumamente elevado en la Divinidad misma, y en lo que respecta a nosotros, su existencia depende más que nada de si lo creemos o no. De acuerdo al Jasidut, la fuerza de la fe en el alma tiene su raíz en un estrato oculto y elevado del alma que se llama “reisha delo iadá vedlo itiadá”, “la cabeza incognoscible y no se da a conocer”. La “cabeza” que no se conoce a ella misma y no se da a conocer a los demás (iniciales radl”a). Quizás el origen del alma de Ana Frank, se podría decir, está arraigado en este estrato sublime.
Diario de Teshuvá
El escritor Primo Levi, sobreviviente de Aushvitz cuyos escritos también trajeron el holocausto a la conciencia de multitudes, dijo una vez: “Una Ana Frank nos conmueve más que las historias de otros, que sufrieron como ella pero su rostro quedó en la oscuridad. Posiblemente es mejor que sea así, porque si hubiéramos podido comprender todo el sufrimiento de todas aquellas personas no hubiéramos podido sobrevivir”.
Las palabras de Levi recuerdan una idea fundamental de la sabiduría de la Cabalá conocida como la idea del “tzimtzum”, “la contracción. Cuando Dios quiso crear el mundo tenía infinitas luces con las que quería iluminarlo. Pero sabía que el mundo no iba a ser capaz de soportar todas esas luces, y se iba a destruir. Por eso Dios contrajo su luz en una línea delgada de luz, y la insertó dentro del mundo. Este hilo de luz se revela en nuestro mundo en los libros de Torá, en las palabras de los profetas, y también en la chispa Divina en cada uno y una.
Primo Levi habló sobre la contracción del sufrimiento, sobre la historia de Ana Frank como un pequeño resplandor que permite a las personas aprender acerca del holocausto de manera que no los colapse. Pero podemos llevar esta idea a un lugar positivo, más parecido a la contracción cabalística. Si una historia personal aislada puede revelarle al mundo la oscuridad que experimentaron millones, es porque también puede revelar una gran luz.
Vivimos hoy en una generación en que muchísimas personas que estaban completamente desconectadas del judaísmo, de la fe o en general de lo espiritual –como Ana Frank y su familia- de repente se despiertan en la edad de la madurez y encuentran su camino de regreso a su origen. Al mismo tiempo, también las almas que crecieron en el seno del judaísmo, pero por diferentes motivos experimentaron una desconexión o alejamiento, lo descubren de nuevo, a su manera. Esta vivencia del despertar y el retorno a Dios es de hecho la experiencia más íntima en la psiquis del hombre. Esos momentos preciados, raros y frágiles de revelación de la raíz del alma producen chispazos de revelación Divina, nada menos que eso.
Sobre el verso del libro de Debarim (30:3) “Y regresará Havaiá tu Dios a tus retornantes”, pregunta Rashi: “tendría que haberse escrito ‘y hará regresar a tus retornantes”. ¿Por qué está escrito “regresará”? La respuesta de Rashi: “Es tan grande el día del kibutz galuiot, la recolección de los exiliados, y a duras penas, como si fuera ‘Él [Hashem] mismo tiene que ser el que traiga de las manos tal cual a cada uno y uno desde su lugar’”. La reunión del exilio físico y espiritual de las almas de Israel se realiza de tal manera que Hashem mismo, como si fuera, acompaña a las almas desde donde se encuentran de regreso a casa.
En nuestra generación, todo aquel que logra experimentar un despertar espiritual como este, tiene que transmitirlo verbalmente o por escrito, para que otras personas también puedan probar de sus mieles –“Prueben y ven que bueno es Hashem” (Salmos 34:9). Así como el diario de Ana Frank le transmitió a millones una idea de las dificultades de los judíos, como así también la confianza en la vida a pesar de las dificultades, así los diarios de teshuvá pueden transmitir a muchos la fe en lo que está por encima y más allá de la vida, la luz Divina que le da a la vida el motivo y el significado.
La escritura de un diario de teshuvá es diferente de la escritura de un diario común, porque en él tenemos que tratar de expresar en palabras aquello que no se puede expresar, decir algo imposible de decir. En otras palabras, en la escritura de este tipo, lo que no se escribe es más significativo que lo que se escribe. Pero esto no tiene que disuadirnos del intentarlo. Las palabras que salen del corazón entran en el corazón, y esto es cierto incluso en cuanto a lo que no se dice explícitamente, sino un susurro entre líneas.
Ocultamiento y Revelación – Ester veGuilui
Sabemos que cuando Ana comenzó a escribir el diario, pensó que nadie lo vería. Por eso escribió los nombres verdaderos de las personas que estaban con ella en el escondite, y también escribió detalles personales y a veces negativos. Pero un día escuchó en la radio un discurso de una de los representantes del gobierno holandés en el exilio, que hablaba desde Londres, y dijo que quería publicar después de la guerra los informes y diarios de los holandeses que sufrieron bajo la ocupación alemana. Inspirada por esta declaración decidió que cuando salga libre publicaría el diario como un libro, porque eso ayudaría a los demás, y comenzó a editarlo y cambiar los nombres de los huéspedes de la casa para protegerlos.
Esto nos muestra algo significativo acerca de la escritura privada. La escritura de las emociones tiene que ejecutarse desde del lugar personal más profundo, de tal manera que no queremos exponerlo ante nadie en el mundo. También si sabemos que quizás un día lo llegarán a leer, o incluso que nosotros mismos lo publiquemos, la escritura tiene que realizarse como si nadie más la ha de ver.
Pero luego tenemos que preguntarnos, si lo que escribimos puede llegar a ayudar a alguien más. Si nuestras palabras personales pueden tocar a otro, ayudarlo a realizar una rectificación significativa en su vida, o acercarlo a Dios. Si ellas pueden tener una buena influencia sobre el mundo, si el arrepentimiento es positivo, ya que tenemos que realizar un acto de mesirut nefesh, dar la vida, e incluso las cosas más privadas, después de la revisión necesaria, dar a conocer.
La transición de la escritura privada a la difusión pública se entiende más en profundidad a la luz de las enigmáticas palabras de los sabios en el tratado de Jaguigá, que Dios tiene recámaras externas e internas. En las cámaras externas de Hashem, explican los sabios, se cumple el verso “Fuerza y alegría en Su Lugar” (Crónicas I 16:17): Dios demuestra alegría. Frente a esto, en las cámaras interiores se cumple el verso “en los lugares ocultos llorará mi alma” (Irmiahu 13:17): Dios llora en secreto por el exilio y el sufrimiento del pueblo de Israel. De la misma manera, la difusión de las cosas privadas que se escribieron con una vivencia personal e íntima de llanto, es para que al final las cosas se conviertan en “fuerza y alegría”: llegaron al público y de tal manera que refuerza y los eleva (tal como el llanto oculto de Dios al final se hará público, y nos consolará al escucharlo).  

Cartas para Ana
Destacamos antes que muchas personas de todo el mundo, y en especial jovencitas de la edad que Ana Frank tenía al escribir el diario, acostumbran seguir escribiéndole cartas. Cuando una persona logra llegar a su prójimo desde una distancia tan grande en el tiempo y el espacio, esto nos enseña una lección muy importante acerca de la fuerza del alma, cuando se eleva sobre las limitaciones del mundo para alumbrar a lo lejos. Si somos capaces de conmovernos con las palabras de una persona que hace tiempo se fue de este mundo, a tal punto de impulsarnos a contestarle, es porque en cierto sentido su alma nunca se fue. Todavía está aquí, dentro de nosotros, incitándonos a pensar y sentir.
Ana Frank murió a los 16 años de edad. Si todavía estuviera viva tendría 83 años. Podemos tratar de imaginar como sería; una mujer anciana, probablemente a esa edad algo encorvada, pero teniendo todavía esa misma chispa en los ojos, esa sonrisa pícara y la personalidad tenaz y vigorosa que conocemos tan bien de sus fotos y su diario. Pero nos resulta difícil hacer eso, porque en los ojos del alma ella permanece siempre joven. Esa es la suerte de aquellos que mueren al comienzo de sus días: permanecen a los ojos de aquellos que los recuerdan, jóvenes por siempre. A pesar de todo lo trágico de su muerte prematura, justamente esos que permanecen jóvenes eternamente, esos que al morir siguen viviendo, nos transmiten algo importante acerca del alma: también ella, el alma, permanece joven eternamente como ellos, inmune del paso del tiempo.
Hay una costumbre de seguir contando los días de nacimiento también muchos años después de la muerte. Así, por ejemplo, los jasidim acostumbran leer cada año el salmo que corresponde a la edad de su Rebe difunto. No obstante, explica la Cabalá que en la resurrección de los difuntos, las personas revivirán con la misma edad en que se fueron, como si no hubiera pasado ni un día. En otras palabras, después morir la persona madura y no madura, descansa y no descansa. Es difícil representar ante nuestros ojos una idea como la resurrección de los difuntos (por eso, el Rambam dijo acerca de los días del Mashíaj, que “no sabremos cómo será hasta que no sea”), pero si intentamos hacerlo respecto a Ana Frank, podríamos imaginarla que viene a nosotros como una anciana en un cuerpo de adolescente. Y así tenemos ante nosotros una parábola más agradable todavía de la apariencia del alma: madurando constantemente, pero al mismo tiempo fresca y vigorosa (algo parecido, notemos, se explica en jasidut acerca de la apariencia del Mashíaj que deseamos: estará compuesto del alma del Moshé anciano y en el cuerpo de David más joven...).
¿Qué le escribirían a Ana Frank? ¿Qué le quisieran contar de vuestras vidas aquí y ahora? El diario de Ana Frank merece estar en la lista de los libros obligatorios de todo estudiante de su edad, en Israel más que en cualquier otro lugar, y hay que alentar a los alumnos a escribir cartas, y difundir las cartas más interesantes. El alma de Ana puede seguir iluminando nuestro mundo, y estimular a nuestras almas a que se expresen tal como ella lo logró hacer tan bien.


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